miércoles, 18 de diciembre de 2019

La democracia liberal



Después de la experiencia griega en el siglo V a.C. el concepto democracia desaparece de escena hasta mediados del siglo XIX. Claro que la democracia que retorna en la modernidad no es la misma que la de los antiguos. El régimen de los países en la actualidad, es en realidad una liberal-democracia, una democracia indirecta, intermediada por representantes.

Las técnicas de hoy mutaron desde el simple mandato a la representación libre. Para la construcción del Estado actual, ocurrida a fines del siglo XVIII, democracia es democracia liberal. El pueblo no gobierna sino a través de sus representantes y estos ya no obedecen instrucciones o mandatos. La voluntad del pueblo como titular del poder se limita a legitimar el ejercicio del mismo mediante su voto.

Desmovilizar a los ciudadanos, apartarlos de lo público y dar volumen a lo privado es la idea que prima en la democracia indirecta o representativa del Rio de la Plata, cuando buscó abolir los cabildos y las asambleas. Buscó evitar el debate político generalizado en la polis, corregir los efectos constitutivos del ser ciudadano para liberar energías hacia fines extra políticos: básicamente económicos privados.

La separación entre Estado y sociedad civil resulta fundamental para potenciar la esfera de la autonomía privada: “el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”; garantizar la supuesta “autodeterminación del individuo” asegurando “la libre disposición de su persona y de sus bienes”.

La democracia liberal o representativa libera energías a los ciudadanos, pero a la vez pone el control de la actividad económica en la falacia del libre mercado. Claro que la excusa de liberar energías y fuerzas creativas diversas, desconecta la economía respecto del bien común. Por eso, en la democracia liberal los asuntos relacionados con la supervivencia de todos difícilmente se ponen en debate. 

Fuentes consultadas: “Democracia”, Giovanni Sartori / “Realismo y Utopia Constitucional”, Eros Roberto Grau.


miércoles, 10 de julio de 2019

Los Sea Monkeys


La TV lo decía, las imágenes lo mostraban:  sólo hay que añadir agua y dejar que la diversión surja. Los sea monkeys te reconocen y saludan; son graciosos, acróbatas del agua  y  juguetones hasta el cansancio. El colorido y festivo envase aumentaba la ansiedad: era soñar despierto imaginar la fantástica relación que comenzaría en breve, ¡qué mejor juguete que la emoción de tener una propia familia de monitos acuáticos para el deleite privado!

Muchos advirtieron que se trataba de un engaño, pero así y todo más del 51% de la población del país compró la promesa con entusiasmo. El 64,78% lo hizo en la ciudad de Buenos Aires y en alguna provincia del país el porcentaje de compradores locales llegó al 71,51%. Sin embargo, la expectativa inicial mutó en desconcierto. Lo prometido no se materializaba, cada vez se alargaba más la espera. ¿Se estaría haciendo algo mal, sería algún defecto en el sobrecito usado?  ¿Por qué si no la televisión seguía insistiendo con ellos? Algunos vecinos, además, retransmitían testimonios verdaderamente esperanzadores que habían escuchado por ahí. Si, si, seguramente era uno quien estaba haciendo algo mal.

Lentamente la televisión dejó de publicitarlo y hubo programas donde algunos entendidos alertaban y recomendaban a los mayores no alimentar falsas expectativas. Los días siguieron y es probable que para evitar reconocer la innegable ingenuidad se dejó de hablar del tema. A nadie le gusta pasar por tonto. Los sea monkeys resultaron un buen negocio para quienes vendieron con colorido y seductores slogans una fantasía que solo resultó ser alimento para peces. Hoy por suerte, después de tantas fabulaciones y fraudes sufridos, nadie se deja llenar la cabeza por la TV (risas).

domingo, 27 de enero de 2019

Ya se le va a pasar


Ya se le va a pasar, piensa mi vecina que de tanto en tanto me provoca a ver si salto. No es la única. A muchos queridos y conocidos mi politización se les aparece como una suerte de gripe que me he contagiado -vaya quién a saber- por los lugares que anduve.

No se entienden las propias convicciones, la empatía en buen estado de salud. Se prefiere creer que son solo ideas extraviadas o tontas que lo único que consiguen es distraernos de nuestras cosas. Se prefiere creer que lo que piensa una persona "normal" no responde a ninguna ideología, que es la vida misma. Se prefiere sostener conductas que la sociedad bien pensante bendice y no preguntarse jamás quién diseña esa "normalidad" y con qué propósito.

Por otro lado... para las propias convicciones y la empatía, lamentablemente, no hay receta.