domingo, 16 de septiembre de 2018

La transformación simultánea de la sociedad y el hombre (opinión)


Previo a la época de los faraones Hermes Trismegisto formuló la Ley de Correspondencia: “como es arriba es abajo, como es abajo es arriba”. Este principio fue posteriormente ampliado con el “como es adentro es afuera” quizás para darle una mejor comprensión a los aludidos planos físico, mental y espiritual que el antiguo metafísico ubicaba en grados ascendentes y no en grados de profundidad como mejor lo entendemos los occidentales.

La ley es parte de un método deductivo que permite razonar –con diferentes grados de practicidad- lo que está pasando adentro en base a lo que pasa alrededor, o lo inverso. Quizás su colorario principal sea que nada de lo que pasa adentro o afuera de uno mismo está desconectado; que una transformación interna es real cuando se materializa en una conducta o bien, que una transformación de las relaciones sociales para ser efectiva exige una transformación personal equivalente.

Hoy la política se entiende básicamente como la herramienta de transformación del afuera: de las relaciones interpersonales, de las reglas en común, de las instituciones y aún del ambiente que todos necesitamos para poder ser. Es poco y nada común que se la asocie con un cambio también personal, se prefiere estudiarla desinteriorizando al mundo.

Hace poco en el gobierno de Argentina, apareció un estilo con mucho new age en su mensaje y en sus modos. Una pose epidérmico-espiritualista que solo logró disociar el entendimiento con la realidad. Similar a aquel viejo opio que resultara de las religiosidades que domesticaban con dolor, con prohibición, que buscaban afirmar nuestra pequeñez o enrostrar nuestra humanidad como un pecado o un yerro.

No todo siempre fue ni es así. Hubo y hay intenciones más profundas y complejas.  La lucha del Movimiento Humanista por la transformación simultánea de la sociedad y el hombre, intento vernáculo de sintetizar las mejores tradiciones místicas y políticas, se dinamizó con fuerza y en buena parte del mundo desde los años sesenta. El Movimiento Feminista trabaja inequívocamente en forma simultánea las esferas: social y personal, sin aceptar ni para sí ni para otros, usos parciales. Su lucha por la no discriminación de género en el acceso a los derechos y las relaciones interpersonales resulta también la búsqueda de superar el formateo macho-dominante que atraviesa a todos.

¿Cómo imaginar posible una nueva estructura de relaciones sociales donde persistan los mismos valores del mundo que se quiere superar? A esta altura de la historia, tiendo a creer que cualquier intento de transformación que no involucre el afuera y el adentro, demandará demasiados avances y retrocesos, vueltas en círculo, desvíos y probables fracasos. ¿Cómo podría existir una transformación en la socialización si las personas involucradas siguen -apenas con más arrugas y mal carácter- en el mismo punto existencial de su primer espejo?


* Dedicado a Mario Rodriguez (Silo) a ocho años de su fallecimiento.

lunes, 13 de agosto de 2018

La impotencia de las abstracciones


En la noche del 20 de Julio de 1969, un momento publicitado como el más significativo en la historia de la humanidad, se pudo ver a dos astronautas norteamericanos –con bandera norteamericana y todo- caminando en la luna. De visita en Buenos Aires con mamá y mi hermanito, pudimos verlo contagiados del entusiasmo que transmitía en blanco y negro aquella televisación en directo. Pese a ello, al costado de la escena y en las sombras de la cama donde hacía rato mi abuelo dormía, la abuela entre risitas socarronas reprochaba: ¡Nena, ustedes se creen todo lo que dicen en la televisión!,
  ¿no se dan cuenta de que están en un galpón?

Seguramente aquello que inicia en nosotros un relato fantástico, existe sólo cuando por prepotencia de estimulación se instala como verdad, logrando vencer las resistencias críticas, incluidas aquellas de mi abuela. Y más seguro es aún, que cuando ya se cree, cuando el relato queda adentro como verdad; todo lo que lo abone y tranquilice cualquier sobresalto de duda, se exhibe con el orgullo del amor propio.

¿Será algo parecido a eso, lo que pasa hoy en el adentro del votante que aún cree y persiste? ¿Será esa misma lógica que con cada nuevo testimonio, con cada nuevo chisme alimenta y reaviva la inoculada creencia? Si será tan así no lo sé; pero si estoy seguro que la imagen del hombre en la luna -aunque hoy quedara demostrado el fraude- sería difícil de desalojar del espacio que durante tanto tiempo viene ocupando.

Es notable como la fuerza de imágenes –repetidas y ciertamente respaldadas por la opinión de personalidades famosas y medios respetables- pueden lograr tan excelente convicción. Claro, no son conceptos: son imágenes: fotos y filmaciones, bolsos con plata, tesoros enterrados, bóvedas secretas; tangibles cuadernos gloria y no abstractas cuentas offshore; evasiones tributarias, fuga de divisas u otras complejas maniobras fraudulentas. ¿Cómo dudar de imágenes que hablan por sí mismas?, ¿cómo dudar de aquel irrepetible y lejano Julio de 1969 cuando dos hombres pisaron la luna? ¿Cómo dudar cuando la mentira es tan grande y tan convincentemente impuesta que en-reda y alimenta tantas posteriores construcciones imaginarias?


domingo, 22 de julio de 2018

Ideología y traición


“Fulanito no es ningún boludo”, sentenció una voz en la puerta del local partidario, “se acomodó de gerente en Café Martinez y ahí lo ves… un bacán”. Y uno que milita desde ese lugar por un mundo menos arribista y meritocrático, en donde vivir con dignidad no dependa del éxito personal; reflexiona sobre lo que escucha con cierta amargura y desazón.

Aclaro que no es mi experiencia ni se de nadie que sostenga en su vida un estado ideológico puro, sin altibajos. “Dios nos libre de los puros porque ellos no entienden el mundo” me repetiría mi amigo Pablo recordando el dicho del padre Farinello; pero el punto no es la ubicación que cada uno sufre para sobrevivir en este mundo capitalista, sino la escala de valores desde la que se pondera.

Buena parte de los argentinos estamos convencidos: no hay que ser boludo al punto de dejar pasar la oportunidad de ganarse un puesto, una ventaja o una cometa. La cuestión es que ese convencimiento y no los deseos solidarios e igualitarios que se pronuncian por presión de grupo, indican la ideología real que comanda al cuerpo. 

En consecuencia y aunque parezca tautológico: sin coherencia no hay coherencia. Sin una convicción real todo es maquillaje, compensación de alguna cosa en uno que aún no ha terminado de crecer y de ponerse al mando. En esas condiciones de formación política, esperar lealtad a los principios que se declaran sería como esperar que el perro maúlle o que el chancho cante como un canario.  Dificil haya traición a los propios principios, sólo hay traición a un compromiso con los demás precariamente sostenido desde afuera.