miércoles, 31 de agosto de 2022

La muralla de la falsa comprensión (opinión)



El paradigma de representación antiguo

En la América pre colonial y en la Europa de la temprana Edad Moderna, la vida en comunidad se entendía como algo natural. En palabras de Aristoteles: “el hombre aislado es un indigente, únicamente asociado puede vivir bien, desplegar su virtud y por ende realizarse a sí mismo”.

También era natural que la conducción de la sociedad no se legitimara con votos sino con las virtudes y recursos que alguien mostrase en hechos efectivos. Por eso en el paradigma antiguo, gobierna quien tiene la capacidad y los medios necesarios para unir y conducir, para armonizar las diferencias, para hacer lo distintivo de cada uno, provechoso para todos. 

Este modo de pensar la política que tiene sus raíces en la historia y que aún anida en gran parte del pueblo, no es homologable con los conceptos del Estado burgués que se muestra falsamente eterno. Sin respeto a la trayectoria, la autodenominada ciencia política juzga como irracional e ilegítimo el pensamiento político de aquella concepción milenaria de representación política.

El paradigma de representación burgués

En Europa, cuando los reyes obligados por la idea 
del pueblo como titular de la soberanía —teorizada por Tomás de Aquino e instalada en el imaginario— convocaron en consulta a la nobleza, el clero y los burgos; estos últimos dado su número, lo hicieron por medio de representantes sujetos a mandato imperativo, a instrucciones estrictas de sus representados. Con el aumento del poder burgués, los representantes pasaron de formular únicamente peticiones a proponer leyes (Bill of Rights). Décadas más tarde, se separaron de la voluntad de los representados autoprorrogando sus mandatos (Septennial Act). Finalmente en 1791, la Constitución Francesa consagró la Representación Libre según las teorías del Conde Emmanuel-Joseph Sieyès: “Los representantes nombrados en los departamentos no serán representantes de ese departamento particular, sino de la Nación entera y no podrá dárseles mandato alguno”

Desde el ámbito de los negocios que alimentaban la “Revolución Industrial”, se impuso la idea por la cual acceder a la cultura del contrato era la condición de acceso a la modernidad y al concierto de las naciones avanzadas. Las Constituciones (contratos escritos) pasaron a fundar los nuevos Estados, buscando dar la misma estabilidad que los contratos prometían a los negocios; en este caso, con instituciones racionales alejadas del “peligro” de los liderazgos personales —según dijeron— para mejor garantía de los derechos individuales, la vida, la propiedad y la libertad.

La burguesía nunca consideró hacer coincidir su poder con una posición central en el Estado. Salvo pocas excepciones, aun prefiere no exponerse y delegar la tarea — tal como lo hacen un estanciero o un gran empresario— a un capataz, un gerente o un jefe. John Locke puso el sustento teórico: los individuos (los burgueses) deben organizar un poder estatal del que puedan defenderse. Así las Repúblicas que llegan hasta la actualidad, descuartizan el poder desconcentrándolo y acortando la duración de los cargos. Si eso falla, disponen del poder judicial —por fuera de las reglas democráticas— como intérprete final de la Constitución y por lo tanto del ajuste a ella de los actos de gobierno.

A diferencia del paradigma antiguo, el paradigma liberal de Locke entendió a los individuos como islas autosuficientes y por ello dispuso que los derechos particulares no pueden ser vulnerados ni aún invocando la defensa del interés común.

La representación política en Argentina (el implante foráneo)

La cultura de los valores consagrados por los centros de poder, se utilizó y utiliza en los sectores adinerados locales, para derogar toda cultura popular tachándola de incultura y barbarie. Por ello, para quienes aspiran a un Estado “pensado” a imagen y semejanza de la “civilización” que admiran, no existe razón para incluir una población que desprecian.

La instalación local del modelo burgués tiene un fuerte componente racista. Los opuestos clásicos (europeos) de la política de derecha e izquierda, coinciden en su odio ante la aparición del elemento auténticamente nacional “tal como ocurriría entre Moscú y Nueva York — y posiblemente también Pekín— si ocurriese un desembarco de marcianos”. (Arturo Jauretche)

La elite propietaria colaboracionista de los poderes trasnacionales, lucra como parte interesada de los planes de expoliación. Colonizadores y cipayos, consolidan un modelo agro-exportador en la Argentina donde el “campo”, sintetiza toda posibilidad de riqueza y prosperidad —supuestamente— para todo el país. En realidad se trata de la prosperidad de quienes adueñados de la renta de una geografía excepcionalmente dotada pasan la mayor parte del tiempo fuera del país.

La forma de representación que incorpora la Argentina a partir de la Constitución de 1853, destruye las tradiciones locales. Se eliminan los cabildos (que aportaban una mayor participación ciudadana) y se organizan instituciones desarraigadas de la fuerza, sentimiento y legitimidad del caudillo, mediadas por un modo refinado de representación que fuerza el tránsito hacia lo abstracto, legalista e impersonal.

El Preámbulo del contrato constitucional invoca la representación del pueblo, pero no se trata de todo el pueblo, ni del pueblo real. Los liderazgos se desautorizan como irracionales o síntomas de inmadurez política. Cada vez que aparecen en escena se busca descalificarlos como un hecho delictivo. Los liderazgos de las tradiciones argentinas y latinoamericanas no compatibilizan con las formas de gobierno importadas que se instalan y además, son muy inconvenientes para la seguridad burguesa.

La irrupción del pueblo real

En octubre de 1945, sintiéndose interpretados por Perón, irrumpen en la escena nacional sectores mayoritarios –hasta ese momento- desautorizados para la política.

El poder real y sus secuaces hablaron de aluvión zoológico y mostraron su desprecio visceral hacia el Coronel Perón y a quienes se le asociaran. Desde el golpe de 1955 y hasta 1973 se proscribe y persigue a las mayorías populares que se identifican como peronismo. 

Ese poder sigue estando en el mismo lugar. Desde allí 
impone personajes mediáticos que pueden controlar y hasta destruir a voluntad y ataca la aparición de todo auténtico liderazgo político con arraigo popular capaz de articular una voluntad que afecte el statu quo. 

Formados por la manipulación de la información, conservamos cierto reparo previo y en abstracto, para abrazar los liderazgos que el pueblo consagra. Sabemos que no es en absoluto perder el sentido crítico, ni se trata de alienarse con un ideal ciego que obnubila toda condición deliberativa. Sabemos que podemos organizar espacios políticos con impronta propia, promover acciones socialmente beneficiosas, profundizar estudios para aportar luz sobre los problemas nacionales… Lo sabemos; pero nos cuesta. La hegemonía del poder real ha construido una muralla de falsa comprensión entre la realidad y nosotros.


BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

Alberdi, Juan Bautista (1886a) “Bases y puntos de partida para la organización política de la República de Argentina” en Obras Completas Tomo III. Buenos Aires, Imp.Lit y Enc. de "La Tribuna Nacional"

Duso, Giuseppe (2004) “Génesis y lógica de la representación política moderna” Trad. María Valdivares Suárez en Fundamentos Vol.3 La representación política, Coordinador: Francisco J. B. Freijedo. Junta General del Principado de Asturias

 Grau, Eros Roberto (2006) “Realismo y Utopia Constitucional” en Enrique Marí, Carlos Cárcova, Ricardo Entelman y otros: Materiales para una teoría crítica del derecho. Buenos Aires, Lexis Nexis 2da ed.

 Koselleck, Reinhart (2007) Crítica y crisis. Un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués. Trad. de Rafael de la Veja y Jorge Pérez de Tudela. Madrid, Trotta-UAM

 Jauretche, Arturo (2012 ) Manual De Zonceras Argentinas. Buenos Aires, Corregidor, 1ra ed. 15ª reimp.

 Palti, Elías J. (2007) El Tiempo de la Política. Buenos Aires, Siglo XXI Editores

 Perón, Juan Domingo (1949) La Comunidad Organizada

Sarmiento-Mitre (2007) Correspondencia 1846-1868. Buenos Aires, Edición corregida del original de Museo Mitre, Imprenta de Coni Hermanos, ed 1911. http://www.proyectosarmiento.com.ar/proyecto.htm

 Supiot, Alain (2007) Homo Juridicus. Ensayo sobre la función antropológica del derecho. Buenos Aires. Siglo XXI editores, trad. Silvio Mattoni.

1 comentario:

Militancio dijo...

Durísimo. Espero la continuación de la saga...