martes, 9 de agosto de 2022

El tenedor y la capacidad crítica


Ayer al ver a mi nieto usar el mango del tenedor para recoger el arroz y llevárselo a la boca, me vino a la cabeza una conclusión rápida. ¡Qué intacta tiene su capacidad crítica! No compra fácil los usos comunes. Al menos no lo hace sin al mismo tiempo realizar sus propias variantes y comprobaciones. 

Todos hemos sido niños, pero en algún momento esa negociación con la realidad comienza a ser desplazada por la incorporación acrítica de los usos, opiniones y costumbres del imaginario en que se vive. No digo que eso convierta al otrora pensante, en un simple reflejo. Tampoco propongo que uno debiera ser  original, una suerte de perro verde. 

Me llamó la atención la diferencia entre una etapa y otra. Probablemente sea que entre ellas existió algo llamado educación —un determinado tipo de educación— y que eso no haya resultado gratis. Pero sería injusto considerar educación solo la de la escuela. Hay otra en la que todos somos agentes y pacientes, que otorga premios o castigos, elogios o críticas. Esa educación difusa y no siempre advertida es la de la casa, la calle, los juegos, la tele, la del reino de las redes. 

El generalizado formateo anti-pensamiento-crítico hace difícil iniciar y presentar un modo de hacer política en donde se priorice la capacidad de relacionar y establecer conclusiones por si o a través del pensamiento compartido en la discusión con otros. De ejercitar la capacidad de no tomar a la ligera cada concepto aprendido sin problematizarlo, masticarlo. Adiestrarse a no comer sin masticar.

Tiene apariencia poco cortés presentar ante los pares, la necesidad de desaprender lo aprendido aunque a vista de los resultados pareciera indispensable. ¿Cuántas veces podríamos ver o cometer los mismos errores, repetir las mismas quejas y perder de un plumazo lo poco o mucho construido, sin intentar cambiar lo que hacemos? Nada más sintético que concluir la idea con la frase de Rita Mae Brown en su novela Sudden Death de 1983: locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes.

Los conceptos elaborados a partir del catecismo inculcado y la capacidad imaginativa resultante tienen el mismo déficit. No es fácil imaginar dentro de un cerco que determina de antemano lo posible y lo imposible. Por ello, no es descabellado concluir que hacía allí fuera dirigida toda la educación. A todos alguna vez nos han dicho:  las cosas en la vida son como son, dejá de imaginar cosas raras y de andar buscando vueltas que las cosas no tienen: mejor dedicate a tener plata, novia y reconocimiento en el mundo tal cual es. Te va a ir mejor...

La velada amenaza sobrevive, por eso deconstruir las ideas y los conceptos aprendidos no resulta fácil, ni gratis. No es algo que empieza y termina exclusivamente en el terreno intelectual. Alguna entidad detrás del que vemos todas las mañanas en el espejo, necesariamente se ha construido encima de todo eso. Los gases emergentes al abrir ese compartimento estanco, podrían resultarnos hilarantes o asfixiantes.

Ayuda ganar humor, perder solemnidad y reverencia ante lo que construimos los humanos y las épocas. Tal vez a muchos lideres populares, los otros ya están sellados... tal vez les venga bien un poco de humor que ayude a perder reverencia ante la sacralidad conferida a las instituciones y leyes. Recordarse niños y como mi nieto con el tenedor, explorar otras posibilidades de uso y hasta quizás imaginar su reemplazo por mejores herramientas, aunque parezcan utópicas.

5 comentarios:

Militancio dijo...

Sencillo, clarito, imperdible. Interpelando la chatura ambiente. Me encantó...hasta el formato.

Rubén Lamas dijo...

Muy bueno, pero que laburo eso de cuestionarse, desaprender y vuelta a empezar.

Anónimo dijo...

Lo más lindo de ser mamá de un niño es el aprender a desaprender hasta lo más sencillo, lo más cotidiano y naturalizado. Gracias. Lindo mensaje

Anónimo dijo...

(Anita)

Anónimo dijo...

Muy bueno, me encantó