Bernard Madoff fue corredor de
Bolsa y Presidente de NASDAQ, la segunda bolsa de valores electrónica de los
Estados Unidos. Poseedor de gran prestigio en los círculos económicos y de un
carisma de persona confiable, decidió desarrollar como emprendimiento
particular un “Esquema Ponzi” o “Ponzi
Scheme” a gran escala para engañar esta vez -no como Ponzi, sólo a otros
inmigrantes como era él y a especuladores particulares- sino también a
entidades bancarias y fondos de inversión por un monto mayor a los 52.000
millones de dólares.
Relacionar a Madoff, Ponzi y
Lebacs no es una ocurrencia caprichosa u original. Ya inquieto por el creciente apetito
especulativo por las letras del Banco Central en la Argentina de la gestión
macrista, el portal “El Economista” -edición del 11 de setiembre de 2017- se
preguntaba: ¿Está el Banco Central atrapado en un esquema Ponzi?
El negocio descubierto por Carlo
Ponzi (fuente: biography.com) tenía un mecanismo de fácil comprensión: enviaba
dinero a colaboradores en otros países para comprar cupones de respuesta postal
que al ser recibidos en EEUU canjeaba por sellos locales de vía aérea con una
ganancia de hasta el 400%. A Ponzi no le
conformó hacer el canje a su propia y limitada escala; dispuesto a encontrar
inversores para obtener ganancias mayores, prometió intereses diez veces
superiores a los habituales y hasta del 100 por ciento si las inversiones eran
por 90 días.
Ante el meteórico éxito de su
convocatoria (un millón de dólares invertidos en el primer día y el crecimiento
piramidal que le siguó) Ponzi, seguramente desbordado por la situación -y tal
cual lo hizo a principios de siglo XXI Bernie Madoff- dejó de lado el negocio
genuino y mientras se daba una vida de lujo, terminó pagando las ganancias a
cada inversor con parte de la propia inversión o con dinero de otros
inversores; nunca con ganancias reales porque no las hubo.
El éxito de Ponzi lo convirtió
rápidamente –para políticos y periodistas- en un empresario ejemplar. Con ese
aval y con intereses que se pagaban puntualmente, cada vez más personas invertían
sus ahorros y hasta sus hipotecas en el negocio. Un informe publicado en Agosto
de 1920 por el analista financiero Clarence Barron del Boston Post desató una irreversible
crisis de confianza. La investigación reveló que Carlo Ponzi no reinvertía sus
beneficios y que en lugar de los 160 millones de cupones que precisaba para
cubrir las obligaciones contraídas tan solo tenía 27 mil. El desenmascaramiento
público produjo una desesperada corrida de los
inversionistas tratando de recuperar su dinero y le atrajo ochenta y
seis cargos de fraude postal que le costaron catorce años en prisión.
Una debacle similar ocurrió con
Madoff quien presionado por los “agujeros” que le dejaban parte de sus grandes
inversores al cambiar su lugar de apuesta, algo que sucedía cada vez con mayor
asiduidad, decidió revelar que de su maravilloso negocio en realidad no había
nada, solo humo. Claro que esta vez, era otro el volumen y otra la
característica de los damnificados. Lo condenaron a ciento cincuenta años de
cárcel y más datos no doy para no quitar ganas de ver la película. Sólo una
cosa: no sería raro que algunos de los numerosos Bancos que invertían en
Madoff, como por el ejemplo (fuente: elconfidencial.com) el HSBC, el Banco galo
BNP Paribas, los bancos privados suizos Reichmuth, Bernbassat, Union Bancaire
Privee y muchos otros más; hayan aprovechado el “incendio” para contabilizar
como quemados en él, montos mayores a los reales. Una manera oportuna de
quitarse los propios apuros.
Madoff no repite del mismo modo a
Ponzi, da un giro en espiral al fraude original incorporando mucho mayor
volumen y gran parte de las más encumbradas entidades financieras; pero en
ambos casos quienes pierden parecen ser los inversores. En el esquema de los
Lebacs hay una nueva vuelta en espiral. Esta vez no pierden los inversores
porque el “embaucador” es el Estado y como se sabe, el Estado responde con la
riqueza y el aporte de todos.
Si bien los Lebacs se crean no sólo para complacer a los capitales especulativos sino con la
supuesta finalidad de sustraer liquidez del mercado y restar presión sobre
el precio del dólar, lo que ocurre es lo inverso: el dinero retirado de circulación se multiplica nominalmente en la caja del BCRA. Los Lebacs al
vencer incorporan o pagan el interés prometido, sumando un monto superior al
originalmente recibido. La diferencia –como son obligaciones del
Estado- podría cubrirse emitiendo dinero; pero -dadas las metas de
inflación del propio BCRA y la ausencia de dólares genuinos por déficit en la balanza comercial- no permite otra alternativa que absorber nuevamente
esos pesos que habría que pagar, tentándolos con una tasa de interés superior,
al mismo tiempo que se seduce a nuevos inversores. Un típico esquema Ponzi
piramidal, en esta versión: garantizada por el Estado y cada vez más deudora a fondos especuladores internacionales.
El stock de Lebacs respecto de la
base monetaria pasó de algo más de 40% a 115% en la actualidad. Además, la
tenencia no bancaria (ej. Fondos Comunes de Inversión, compañías de seguro,
personas físicas muchos de ellos extranjeros) pasó del 10% del total a fines de
2015 al 50% en la actualidad (…) “Está claro que el juego Ponzi avanza a toda
máquina” (fuente: eleconomistaamerica.com.ar)
Al igual que con Ponzi y con
Madoff, la característica del esquema
Lebacs es pagar un interés elevado. ¿Cómo podrían cumplirse las metas máximas
de inflación de 17% este año y de 12% en 2018 si hay un equivalente al 50% del
circulante total en el país en Lebacs cuyos intereses anuales equivalen
actualmente a 15.000 millones de dólares o en otros términos: al 32% de la base
monetaria? El Economista cierra su nota
afirmando: “La credibilidad del esquema permite por el momento administrar relativamente
bien la política monetaria. El verdadero desafío será desarmarlo dentro de un
marco de estabilidad de precios y cambiaria”. Pero, ¿es eso posible?, ¿acaso no
era una situación similar la de los Tesobonos y los CETES (bonos de deuda a
corto plazo mexicanos, destinados a desalentar la compra de divisa
estadounidense para prevenir la devaluación monetaria) que estuvieron en el
epicentro del famoso Efecto Tequila?
Actualmente los analistas
recomiendan alargar plazos por mercado secundario. Para eso, ponen a sus gurúes
de la TV y de las publicaciones especializadas, a alentar esa alternativa.
Marcelo Elbaum, gerente de Negocios Institucionales de Allaria Ledesma,
persuade desde el cronista.com “los
tramos más cortos vienen bajando de rendimiento respecto del mercado secundario
(…) Esto se explica porque el Banco Central busca bajar el promedio de tasas
que paga (el déficit cuasifical) renovando en la licitación primaria a tasas
menores, y luego aumentando las tasas para absorber esa liquidez por mercado
secundario". Efectivamente el mercado secundario en ese momento pagaba un 27,30% de interés, contra el 25,90%
de las licitaciones primarias. Hoy ya está en el 30% y claro, por el momento es
una buena treta para atraer a los especuladores y poder convertir los vencimientos
mensuales en plazos más largos y eventualmente más manejables; pero, ¿esto
arregla el problema? No, solamente compra tiempo.
Mientras se avecina la tormenta,
los sacerdotes y acólitos del capital siguen trepando hacia lo más alto con su
fórmula para ser todopoderosos. En el juego capitalista y más aún en la
ultravelocidad de la especulación financiera, todos quieren ser únicos. No se
trata solo de hacer plata y vivir bien; si fuera así, a nadie molestaría que el
bienestar fuera para todos.