“el graznido de los patos no tiene eco” (falsa creencia urbana)
Nosotros los patos, ¡cuac!, ¡cuac!, caminamos tratando de no colisionar. Nuestros ojos, adaptados para la mirada lateral, nos sirven para mirar a los de al lado, pero se nos dificulta ver hacia dónde vamos.
Generalmente al solcito mis divagues me adormecen, distraído con algunas patas largas me evado por un eterno segundo del mundo circundante. Los fines de semana o feriados un gran número vuela hacia las afueras de la ciudad. Las calles se respiran mejor y para quienes no nos vamos, crecen las posibilidades de un tranquilo esparcimiento
Los de aquí, los que somos del centro de Buenos Aires, aprovechamos la laguna artificial del Parque Centenario. Claro, cuando la mayoría de nosotros está en el barrio somos muchos. Esos días picoteamos algo y buscamos algún metro cuadrado disponible para poder sentirnos en unión con la naturaleza.
En ocasiones me da vértigo imaginar cómo será no ser pato. Sé que al hacerlo soy un raro, pero a veces me pregunto si ser pato admite alternativas. También a veces me inestabiliza algo que escucho o que veo, pero por suerte cada vez que sufro cualquiera de estas rarezas; la sangre circula por mi cuerpo y termina por enfriarme cualquier desvelo.
Los patos nunca nos excedemos ni con la imaginación, ni con las pretensiones. Sólo queremos nuestro metro cuadrado para poder estar en lo nuestro. Eso es lo más importante: nuestra vida, nuestra familia, nuestro lugar y que nada ni nadie nos moleste.
Los que mejor saben hablar nos aconsejan prudencia y límites! El pato que se atolondra por querer demasiado, podría ser muerto por algún cazador.
Desde principio del año pasado llevamos sesenta y tres patos muertos por cazadores, pero se excusan en que ellos también tienen derecho —en este caso— a cazar. Por eso nos resignamos a sufrir esas pérdidas como costo de una equilibrada convivencia.
Es prácticamente imposible que dada nuestra naturaleza lleguemos al enojo. Ser un buen pato es básicamente saber sostener indiferencia frente a los problemas, en especial los que no nos afectan directamente.
