Pechito Argentino

El recurrente uso de la palabra “pueblo” para identificar a la población de un país es un concepto que admite muchos significados. Para nosotros, los soñadores, es una esperanza de resurrección que de vez en cuando parece ascender desde las ruinas. Porta una mirada donde las personas que forman el pueblo, son los postergados, los que padecen. Podría sinterizarse como una mirada victimizante sobre esa gran mayoría que padece las consecuencias de la voracidad y la indiferencia de un pequeño grupo que conforma el poder instituido. Algunas lecturas menos vulgarizadas han puesto en este lugar al poder real, al poder económico que posee dominio y decisión sobre los bienes comunes, pero la ecuación de fondo no cambia.

Pese a nuestra esperanza, la presunta víctima no se autopercibe como tal, no se autopercibe con discapacidad alguna que le impida discernir en las diferentes situaciones y dirigirse a lo que quiere. Su ser nacional se identifica con el pechito argentino, capaz de hacerle frente a la vida y conquistar por sus propios medios los objetivos que se proponga. Algo de eso hay en los argentinos y hay muchas muestras en el futbol, en la política, en la ciencia, en la programación y en cualquier actividad nueva que un argentino emprende. No lo hace soñando poquito.

Por ello al pechito argentino no le gustan que lo traten como a un desvalido, como a un incapaz. No le simpatiza que traten de asustarlo con argumentaciones. Desconfía inmediatamente de la superioridad que trasluce aquel que aparece a ayudarlo. Lo desprecia porque no lo necesita. Al menos, esa es su creencia. No le simpatiza. Lo ofende la subestimación de alguien que considera un igual. Del mismo modo que no simpatiza con quien se aprovecha de su saber o de su labia para llevarse por delante a otro en una discusión.

Entonces nosotros nos replegamos y pensamos: qué estaremos haciendo mal? Qué será necesario hacer para que una sociedad con mayor justicia social pueda ser el anhelo de muchos y especialmente de aquellos que el sistema actual deja afuera? Mientras ellos festejana nosotros nos consuela vaticinar la desilusión que más temprano que tarde les golpeara la puerta. Autocrítica y autoconsuelo. Parecemos un tanguero penando por un amor no correspondido.