¿Son los pocos ubicados en posiciones dominantes quienes realimentan un
mundo desigual que los favorece, o somos todos? Seguramente se trata de una
pregunta irreverente, pero jugar con ella un rato me permite dejar de alimentar
un mundo bipolar de buenos y malos que no se sabe de dónde han salido.
Las creencias más poderosas sostienen el mundo que nos incluye. ¿Qué
otra cosa es un imaginario social sino una creencia generalizada que organiza
la realidad? Es improbable tocar el tema creencias sin herir susceptibilidades,
menos si son las que justifican nuestra postura en el mundo. La creencia
compartida es la más difícil de descubrir. Desvanece su rastro y se integra a
la realidad. Nadie se alza en contra de una fantasía que cree original y propia.
Nadie va a hacer algo por desarmar su castillo.
La teoría del derrame pacifica las almas menos emprendedoras. Son
quienes esperan que finalmente la acumulación de algunos sea buena también para
ellos. Una enorme porción de ciudadanos cree e incorpora ese discurso y es
difícil suponer que lo hagan por ingenuidad. Es más probable que sea con la
complicidad de sus fantasías en expectativa.
Algo similar ocurre con la mano invisible del mercado. Dejar la
comercialización regulada por la mano invisible se mantiene pese a innumerables
ejemplos donde para quien quiere ver e informarse, es evidente que los
movimientos del mercado no son un fenómeno natural sino que responden a las
acciones de aquellos que tienen las mejores cartas para el juego. Pero para
muchos es mejor que sea así: libre; porque si el mercado fuera regulado por el
Estado se perdería la posibilidad de sobresalir ¿Cómo resignarse a ser del
montón cuando se creen abiertas las puertas del sueño americano a la espera
que uno llegue?
Por fortuna y algún factor de diseño, el encantamiento nunca se apodera
de la totalidad de la mente, al menos… de algunas mentes o de algunos momentos.
La humanidad resguarda un espacio de libertad con el que se conectan la
desobediencia, la chanza, la irreverencia, la fuerza de lo real pese a que se la niegue. Desde allí surge lo inesperado como el llamado “aluvión zoológico” de
Octubre 1945. Un sector mayoritario de la sociedad invisibilizado en lo
político, irrumpió en escena y se integró como un actor relevante. Años después
la inscripción en el orden simbólico de la cultura se mostró en el turismo
social implementado durante los primeros gobiernos de Perón. Argentinos de
todas las clases sociales descubrían su país y
fundamentalmente se encontraban con otros argentinos. Argentina nunca
volvió a ser lo que era pese a los intentos en contrario que aún persisten.
Cuando la acción supera lo que beneficia a cada uno, la humanidad es
capaz de construir aspectos de una comunidad igualitaria, solidaria entre sus
vecinos y pujante de la cual enorgullecerse. Tal vez así, con menos
romanticismo y adulación que la de los sueños individuales, se esté más cerca del
mundo querido que aún no es, o tal vez —por imposición de la creencia
actualmente generalizada— el mundo querido que aún no prevalece.
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La ilustración de la nota es obra
de Marcos Pampillón - http://grafitudes.blogspot.com/