La piñata cíclica


Para Lindert & Williamson (1) la sociedad norteamericana durante el período colonial se caracterizó por niveles bajos de desigualdad si se los compara con los de otras épocas. Esos bajos niveles de desigualdad durante el siglo XVIII se explican en buena parte, por la expansión de la frontera hacia el oeste y por la forma de distribuir la tierra conquistada.  Otro momento similar -al que los autores llaman “la gran nivelación”- tuvo lugar a partir de 1910 o 1915 hasta 1970. En ese período hubo un enriquecimiento importante que benefició especialmente a los sectores medios y bajos. En trazos gruesos puede deducirse que los períodos de bajo nivel de desigualdad coinciden con la demanda de mano de obra para la expansión territorial y política del Estado norteamericano. Respecto al segundo período basta recordar que en 1914 se produce la primera guerra mundial un evento que confirma el liderazgo de Estados Unidos en la escena neo-colonial de los conflictos internacionales. 

El beneficio económico y paralelamente la mejora distributiva entre la minoría millonaria y el resto de la población, es reforzado a partir del gobierno de Roosevelt por el llamado Estado de Bienestar que brindó mejores condiciones a las mayorías. Si bien, las razones estaban en contar con la aceptación del sacrificio de algunos por parte de una mayoría prospera, por  las necesidades de mercado del fordismo, por la industrialización del tiempo libre o por el temor a la amenaza comunista; el hecho de implementar las teorías de Keynes fueron favorables a una menor desigualdad. 

Nuestro círculo rojo hace mucho tiempo que sabe que nuestro pueblo no tiene vocación guerrera ni afán de conquista; que solo se motiva bélicamente por razones de defensa a la soberanía detentada. En el círculo siempre fueron demasiado voraces y cuando tuvieron oportunidad de sumar voluntades si compartían parte del botín de tierras fértiles, no lo hicieron. La mal llamada conquista del desierto y la fallida promesa de recompensa para quien peleara contra el indio, no motivó la belicosidad de nadie.

Ellos saben ahora que dada la imposibilidad de conquistas, la única forma que tienen de crecer es devorar el cuerpo social después de dejarlo engordar un tiempo. Saben muy bien que un Estado de bienestar que se prolongara más tiempo que el necesario incomodaría sus intereses. Pero también, saben que un Estado neoliberal permanente tampoco es negocio. Un Estado siempre flaco no habilita ulteriores saqueos y eso conlleva el peligro de que la falta de una piñata cíclica los llevara a terminar —como profetizaba Marx— comiéndose entre ellos. Para cualquier animal voraz eso también es tentador, ¿pero quién está tan seguro como para arriesgar? Es más seguro seguir la acostumbrada acción de gracias y seguir comiendo cada tanto una buena porción de carne de pavo.

(1) La información en este párrafo está tomada del análisis realizado por Jorge Gelman jorgegelman@gmail.com del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Universidad de Buenos Aires/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Argentina: “La historia de la desigualdad en el largo plazo, entre la política y el mercado. A propósito de Peter Lindert and Jeffrey Williamson (2016). Unequal gains. American growth and inequality since 1700, Princeton University Press: New Jersey”

El bien, el mal y los jueces


 
Existe una base de creencias dominante que afirma: somos buenos, los niños son inocentes, no hay maldad intrínseca sino aprendida. Lo creía el hippie de Rousseau (1) cuando sostenía que el hombre era bueno por naturaleza, que lo hacían malo ciertos institutos sociales; y lo sostenían los fundadores del libre mercado, cuando afirmaban que el hombre al poder comerciar con absoluta libertad, naturalmente tendería hacia el bien (2).

El cristianismo asocia el bien con el paraíso y la obediencia a la voluntad de Dios. Al mal con la desobediencia con el ceder a las tentaciones del diablo -una suerte de fábrica del mal- un ente externo e impropio de la naturaleza humana. La visión vernácula a este ordenamiento, agrega estupidez al bien exagerado (el típico buenudo) y viveza al mal con moderación.

Con este sustrato de creencias buscamos –esperamos- jueces probos como si eso fuera lo lógico, lo natural.  Creemos y apostamos a ser inclaudicablemente buena gente aunque sepamos por experiencia que todos podemos ser buenos hdp.  Así y todo, entrecerramos nuestros ojos y apostamos a la primacía del bien, creemos que a la corta o a la larga el bien prevalecerá. Tenemos confianza, más bien diría tenemos fe. Una suerte de optimismo esperanzado en el retorno a la faz de la tierra del ser buen-perso-nismo que en un tiempo pretérito se dice que existió.

Es posible que esa espera nos haya costado y nos cueste aun, unos cuantos errores de decisión y dolores de pueblo. Perón proponía una negociación práctica sin ir de frente contra el preconcepto: " Los hombres son todos buenos, pero si se los vigila son mejores" (Perón: Conducción Politica, 4ta clase); propuesta que aplicada al Poder Judicial podría significar: un mayor control democrático y periodicidad acotada en los cargos de la Corte Suprema. Sin pretensión de canonizar ni de abonar una visión unipolar -nociva de aplicar a cualquier persona- creo que Perón muchas veces fue un hombre sabio.

Notas
(1)
The creation of a hippy Rousseau corresponds to the horizon of waiting of the Seventies. I also show what founds this rapprochement through the analysis of the San Francisco hippie newspaper, The Oracle, the Diggers and the phenomenon of community and nature.

2) El Dr. Arturo Enrique Sampay en su “Informe del Despacho de la Comisión Revisora de la Constitución (de 1853)” sostenía que el basamento último de la doctrina que fundamenta nuestra Constitución actual, es “la concepción evangélica del hombre, heredada del liberalismo de Descartes y Rousseau”. Como se parte de creer que el hombre es absoluta y naturalmente bueno “las restricciones internas –jurídicas por parte del Estado- a su libre arbitrio desvirtúan su ingénita bondad”. Concluye que “los errores de esta concepción política, tuvo efectos que produjeron una penosa realidad sociológica –la concentración de riqueza en pocas manos y su conversión en un instrumento de dominio y de explotación del hombre por el hombre-“