La virgen llora

En mi mesa de luz un libro con muchas hojas dobladas y textos resaltados. Hace unos meses cuando lo leí, buscaba explicarme algunas cosas de mis compatriotas que no entendía. Algunos muy queridos. De alguna manera me hizo bien leerlo no por lo acertado de sus respuestas sino porque deje de sentirme el único que necesitaba entender.

Dia tras día sin mover el amperímetro, una parte de mi fue renunciando a buscar iluminarse. Comencé a acostumbrarme a vivir con zonas oscuras. A tranquilizar mi corazón y tratar que el agorerismo me resbalase. Las personas que me preocupaba entender seguían viviendo su vida sin enterarse.

Hace pocos días una nube de húmeda realidad terminó por cortocircuitearme. No sé si vi la luz, pero al menos un fogonazo tuve. Me acordé de aquella virgen de yeso que tenía mi abuela en la habitación. Ella me decía saber que me había portado mal porque la virgen lloraba. Esa magia a pura culpa  en la boca de mi abuela seguro les hizo ahorrar a mis padres mucha plata en sicólogos que buscaran convertirme en el hombre de bien que ellos querían.

Los racionales nos hemos hecho muy racionales. Las abstracciones nos tienen atrapados. Las matemáticas dominan nuestro cerebro. La parte derecha solo dibuja mamarrachos cuando bajo efectos del alcohol, la parte izquierda se bloquea. Por eso hoy después de tantos balances y desbalances, de tanto viaje entre hipótesis, coordenadas y categorías, tengo una respuesta para el mundo que no lograba entender. Ellos deben saber que si votan mal la virgen llora.


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