Los negros del sexto

En mi edificio viven veinticuatro familias incluido yo, por supuesto, que soy contador público y uno de los más antiguos aquí. Desde hace tiempo hay problemas, algunos normales y otros —enseguida supimos— eran a causa de unos inquilinos que se habían instalado en el sexto veintiuno.

Yo no entiendo… No sé en que va a acabar todo esto, con esa cosa permisiva que se les ha dado por regla, mejor dicho: por no regla. En mi tiempo no cualquiera habitaba un edificio como este y menos en Caballito. 

En este barrio uno espera que cada cual conserve su lugar. Siempre ha sido así y siempre ha funcionado bien así. No se pueden mezclar las jerarquías impunemente con ese invento de la igualdad. 

El cerdo se compara con otros cerdos, el burro con burros y la gente se compara según quien sea. Eso lo sé muy bien yo que soy profesional y no hay que salteárselo nunca porque si no… pasa lo que hoy pasa. No hay orden, todo ha sido subvertido por cierto modernismo que no sabe ubicarse, no sabe nada de modales, ni del don de gente.

Fue hace unos años se habían instalado unos negros horribles. Gente mal vestida. Todos los vecinos sabíamos que iban a ser un problema, pero no teníamos formas de terminar con su presencia aquí de modo expeditivo sin tener consecuencias legales; porque ahora claro, en el reino del revés los que tenemos que cuidar lo que hacemos somos nosotros, la gente instruida, que trabaja y paga sus impuestos. La gente decente. 

Tuvimos que soportar en silencio como las cucarachas se adueñaron del sexto piso e invadieron otras propiedades. No dejaban que Benito, que hace años fumiga el edificio, entrara en su unidad. La negra decía que era porque el veneno les hacía mal a sus hijos; pero todos sabíamos que en verdad lo hacían de sucios que eran. Cuando gracias a comentarios de la encargada supimos de su actitud, confirmamos la causa del daño y que la contaminación a todo el resto de las unidades iba a ser inevitable.

Al mes Carmen, una vecina del cuarto piso, nos avisó que la noche anterior había visto cucarachas bajo su puerta de entrada queriendo entrar y que en el palier, cerca del gabinete donde se deja la basura, le había parecido ver movimientos rápidos a lo oscuro. 

Eso es por sucios, ¿qué otra cosa? Porque ni hablar del olor a pañales cagados, porque si hay algo que esta gente hace con velocidad, es reproducirse. Nada les cuesta, con esos planes que reciben no se esfuerzan, no les interesa progresar. Eso es muy propio de ellos y la gente de bien lo sabemos desde hace mucho.

Por ahora soportamos esa cruz con estoicismo, pero en algún momento aparecerá un  líder que nos represente. Alguien implacable que haya entendido que el rigor es la única forma de terminar con tanta permisividad propia de espíritus débiles. Me hubiera gustado ser ese elegido, pero el destino no lo quiso, no me dio ese carácter; no obstante voy a ser el primero en encender la antorcha si algún predestinado toma las riendas. 

La presencia de esa gente en el edificio ha sido realmente un vía crucis para todos. Faltaban las bombitas de luz en los palieres y ya se sabía quiénes eran los ladrones, ¿pero cómo acusarlos sin pruebas?. Si a la noche escuchábamos un escándalo, ya sabíamos quiénes eran, ¿quién si no?, los conventilleros del sexto. La encargada se lastimó con unos vidrios no identificados en la basura… No nos supo decir de qué piso eran porque ya había juntado todo cuando se lastimó. Pero, ¿quién si no? Ellos siempre anotados en hacer las cosas mal.

Su desparpajo los llevó a cubrir una ventanita del palier con un cartón porque el sol del verano les calentaba su puerta, a pintar con tiza los vidrios para que no pudiéramos observarlos desde la terraza. Un día vimos salir al hombre con una caja y lo primero que pensamos era a quién de nosotros le había robado. Preventivamente, mientras que algunos de nuestros muchachos lo siguieron a ver adónde iba, llamamos a la mujer y la amenazamos. Ella lo único que atinó fue a lloriquear y a decir que lo que hacíamos le hacía mal a su embarazo. ¡Qué lejos de ubicarse en que estábamos actuando en defensa del bien común!

A pocos meses de la invasión, los propietarios más tradicionales agarramos a Josefina la dueña del sexto veintiuno, le hicimos saber de nuestra consideración con ella por ser antigua vecina; pero que esperábamos que no se repitiera. De todos modos, hecha la macana, durante el tiempo que les duró el alquiler tuvimos que soportar el compromiso de la propietaria. 

¿Cómo se le ocurrió alquilarle a ellos?, ¡Claro!, como ella no vive aquí, siempre que le paguen... Pero ahora sabe que al consorcio de propietarios no se le falta el respeto de esa manera. Por suerte se fueron, hace más de un año que no están más aquí. 

En estos días estamos en las últimas definiciones para poner un sistema de cámaras en los palieres. Por razones que esta vez desconocemos en el edificio siguen los problemas, las cucarachas, el robo de lamparitas y además, de vez en cuando alguien aprovecha que está abierta la entrada al sótano y se lleva algún elemento de limpieza, bolsas y hasta alguna cosa del depósito. 

Se dijo en la última Asamblea que quizás sea algún repartidor con llave que entra bien temprano y como no hay casi nadie en los palieres, aprovecha. Lo veo difícil, no creo que además de robar alguien traiga cucarachas para regalarnos. Algunos sospechamos de la encargada, pero todavía es un pensamiento en voz baja. Claro, la conocemos hace mucho, pero por suerte y quizás aún a tiempo, tomamos conciencia de que ella no es una de los nuestros.